miércoles, 30 de diciembre de 2015

Como se celebraba la Navidad en la Unión Soviética

 En la Unión Soviética, un lugar tan distinto al resto del mundo, también se celebraba la navidad. Con muchas peculiaridades, pero de una forma bastante parecida al resto de países occidentales. En occidente la fiesta pasó de ser una celebración religiosa a ser unas vacaciones "seculares" en donde las familias se reúnen, dando rienda suelta al consumo. En la Unión Soviética también predominaba este carácter secular. Veamos por encima la evolución histórica de estas fiestas.

En la URSS, y aún hoy en los países ex soviéticos, tiene más importancia la celebración de año nuevo que el día de Navidad propiamente dicho. Hasta el año 1492, el año nuevo era el primer día de marzo. Ese año se trasladó el inicio de año al 1 de septiembre. Fue el Zar Pedro I, quien puso el 1 de enero como inicio de año en 1700, adecuándose así al calendario occidental. Durante el siglo XIX se introducen en Rusia muchas de las tradiciones navideñas como el árbol de navidad, procedentes de Prusia. En 1914, el Zar Nicolás II prohíbe muchas de estas tradiciones al estar en Guerra contra Alemania. 
Con la Revolución de Octubre se adopta en 1918 el calendario gregoriano, para estar acordes al resto del mundo. Es por ello que el año nuevo se celebra antes que la navidad, ya que la Iglesia Ortodoxa (Aún hoy) se sigue guiando por el calendario juliano, lo que da lugar a que el día de navidad sea el 7 de enero. Desde entonces, la celebración de Año Nuevo tiene una notoriedad importante, mientras que la navidad se reduce a una celebración religiosa de ámbito más privado.

Entre 1929 y 1935 la navidad estuvo prohibida, debido a la pugna entre el Estado y la Iglesia Ortodoxa. En 1935 se vuelve a celebrar. Los bolcheviques ven que en el occidente capitalista los niños ricos gozan de elegantes árboles de Navidad y de regalos, mientras la inmensa mayoría de niños se tienen que conformar con mirar con envidia a los ricos. Esto hace que en la URSS se decidiera desde 1935 celebrar el Año Nuevo por todo lo alto, con especial atención a la infancia. Así es como vuelven las tradiciones navideñas, con regalos y árboles de navidad al alcance de toda la infancia.
Se instalaban árboles de navidad en plazas, teatros, escuelas, palacios de pioneros etc. También en las casas se instalaban pequeños abetos. Estos árboles se decoraban con todo tipo de adornos hechos de vidrio o porcelana, presididos por una estrella roja en lo alto del árbol. Las familias se reunian y se dedicaban abundantes comidas, se cantaban canciones propias de la navidad y se ponían en práctica antiguas tradiciones paganas de cuando lo que se celebraba era el solsticio de invierno.

El día 1 se celebraba una gran fiesta infantil. Los niños recogían en sus casas los regalos aparecidos en el árbol. Luego en un lugar público o en una plaza, se entregaban regalos a los niños antes de comenzar una jornada de juegos colectivos en donde el niño era el único protagonista. Los encargados de repartir estos regalos era el "Ded Moroz" (Abuelito helado) y su nieta "Snegurochka" (doncella de las nieves). El "Ded Moroz" es el equivalente ruso de Papa Noel, y acude siempre acompañado por su nieta. Al recibir los regalos los niños les hacen promesas relativas a su comportamiento o estudios.
El "Ded Moroz" acompañado de su nieta "Snegurochka"
El árbol más grande y majestuoso se instalaba en un vestíbulo del Kremlin, era el árbol de la URSS, y allí acudían las familias moscovitas como tradición. Luces y guirnaldas adornaban las calles, los escaparates lucían sus mejores productos, y se hacían las compras para cenas abundantes. En este sentido, la navidad soviética era exactamente igual que en occidente. En las vacaciones se escuchaban canciones típicas, se veían películas propias de esas fechas, así como dibujos animados navideños en donde se mezclaban antiguas tradiciones y cuentos navideños, con nuevos entretenimientos para los más pequeños.

En la última noche del año, las familias se reunían para cenar y beber. Era tradición llevar ropa nueva, comer y beber mucho, con mucho ruido, risas y euforia. "Pasarás el año así como lo recibas" se solía comentar en todas las familias. La televisión retransmitía las campanadas del Kremlin, y al acabar se descorchaba una botella de champan soviético. Después en la televisión se retransmitía una gala con los principales artistas del momento, y otras celebridades como Yuri Gagarin en 1962.
Especialmente duras fueron las fiestas en los años de la guerra. En 1942, estando cercado Leningrado por las tropas nazis, las autoridades soviéticas decidieron celebrar las fiestas en aquellas circunstancias apocalípticas. El objetivo era perturbar lo menos posible la vida de los niños, en medio de aquellas brutales circunstancias. Aquellos años, los soldados celebraban el año nuevo pintando los tanques con una felicitación de año nuevo. El Ded Moroz entregaba los regalos con el uniforme del Ejército Rojo. Pero si hubo unas fiestas especiales, esas fueron las de 1946 en donde la pena por los familiares perdidos se mezclaba con la alegría de la victoria.

¡Feliz 2016 a todos y a todas! Especialmente a quienes intentan hacer realidad los sueños de construir una sociedad más justa y humana.





domingo, 6 de diciembre de 2015

Marusia, la entrañable historia de esta enfermera española en la URSS

María Pardina, conocida como Marusia

María Pardina, era el nombre de esta heroína antifascista que contribuyó con su heroísmo a derrotar a los nazis en territorio soviético, aunque era conocida con el cariñoso apodo de "Marusia". Entre los combatientes españoles más heroicos y destacados de la Segunda Guerra Mundial, podría figurar perfectamente su nombre, aunque en su España natal no goce del más mínimo reconocimiento.

María nació y creció en la madrileña calle de Francos Rodríguez, en donde en 1936 se situaba el cuartel del Quinto Regimiento, el ejército voluntario del Partido Comunista de España. Desde su casa veía camiones y camiones cargados de milicianos que participaban en la defensa de Madrid frente al fascismo. Siendo menor de edad colabora en la batalla atendiendo a los heridos republicanos.

Tuvo que exiliarse en la Unión Soviética como tantos otros españoles, huyendo de la represión o del hambre. Allí en 1941, la vida la obligó de nuevo a tener que enfrentarse al fascismo y la guerra de nuevo, y como hizo en España, no eludió su responsabilidad con la historia.
Se incorporó al Tercer Regimiento de voluntarios de Leningrado la misma semana que la bota hitleriana pisó suelo soviético. El Leninskaya Pravda narraba su hazaña. Tuvo que insistir duramente para que la admitieran en las filas del Ejército hasta que convenció a los responsables. Ella lo que quería era pegar tiros pero tuvo que resignarse con ser enfermera. La convencieron de que en la guerra no sólo era necesario aniquilar al enemigo, sino salvar el mayor número de posible de combatientes propios. María disputaría a las balas, a la muerte, todas las vidas que pudiera de sus hermanos soviéticos. La orden en Leningrado era clara: Resistir hasta la última gota de sangre.

En lo más encarnizado del combate se la veía arrastrarse por el campo, buscando cuerpos heridos. A veces, los atendía allí mismo, en plena batalla, dada la imposibilidad de los camilleros para asistir. Otras veces, arrastraba a los heridos entre las balas de forma temeraria, hasta algún sitio en donde pudiera hacer la primera cura. Podía sacar hasta dos hombres a la vez comentaban los soldados del Ejército Rojo.
En una ocasión, varios soldados quedaron heridos en una zona que estaba siendo intensamente batida por la metralla alemana. El comandante trató de disuadir a María de asistir a la zona, porque suponía un suicidio y era improbable que quedaran soldados vivos. María convenció a un teniente y a varios más y desoyendo las recomendaciones, marchó arrastrándose por el suelo entre los disparos. El Teniente cayó, así como varios más. Al sacar al segundo herido, otro murmuraba "Marusia vuelve, tu no nos abandonarás". Y así fue, la madrileña fue y volvió del campo de batalla innumerables veces salvando la vida a 15 soldados en un sólo día. Por esta muestra de valentía le fue otorgada la Orden de la Bandera Roja.

Era frecuente escuchar a los soldados hablar de ella, y la tranquilidad que daba tenerla cerca: Con nuestra Marusia te sientes más seguro, sabes que si te hieren no te dejarán abandonado.
María era el orgullo entre la comunidad española residente en la URSS. En invierno, Leningrado estaba rodeada de hielo y muerte. El 3º Regimiento se batía en las puertas de la ciudad de las 3 revoluciones. Una noche, después de infinitos ataques y contraataques el Regimiento quedó deshecho. Al amanecer se reagrupaban las fuerzas y se contaban las bajas. Alguien preguntó ¿Dónde está Marusia? No se la ve por ninguna parte, es imposible que aún esté rescatando heridos. Nadie sabía nada de ella desde el último combate y todos se pusieron a buscarla. A pesar de que la búsqueda se hacía cada vez más inútil, el Comandante ordenó continuar la búsqueda una y otra vez. 

Nunca más se tuvo noticia de ella. Su nombre aún resuena en las historias de la guerra de Leningrado. Desapareció para siempre haciendo lo que mejor sabía hacer: Salvar vidas. Aquella madrileña de infinita valentía se llamaba María Pardina, aunque los soldados y todo el mundo la llamaba Marusia.
La valiosísima información que aparece en el artículo, ha sido extraída de "Heroísmo español en Rusia" de Roque Serna Martínez.

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