domingo, 15 de marzo de 2015

El empeño soviético en acabar con la viruela

Como casi todas las contribuciones de la URSS al progreso de la humanidad, ésta no goza ni mucho menos del merecido reconocimiento. Aquellos que propagan las ideas anticomunistas, atribuyendo a la URSS todo tipo de crímenes, son incapaces de reconocer el tremendo avance que supuso aquella Unión de Repúblicas para mejorar la vida de la humanidad. A la contribución soviética a la paz, el desarrollo de derechos básicos o la cultura; hay que añadir su enorme contribución a la ciencia y a la salud pública.

Una enfermedad que llevaba miles de años cobrándose vidas humanas, fue erradicada debido al empeño soviético. Se han encontrado momias del Antiguo Egipto, que atestiguan los estragos que causó la enfermedad de la viruela. La llegada de europeos a América supuso la muerte de millones de personas que fueron contagiadas con la enfermedad. Especialmente virulenta se mostró la enfermedad en la Europa del Siglo XVIII. En el siglo XX se estima que la viruela se cobró varios centenares de millones de vidas humanas, el equivalente a la población actual de EEUU o gran parte de la UE.
La viruela solía afectar a niños y niñas en la mayoría de los casos, aunque había gente que se contagiaban de adultos. Los más pequeños se enfrentaban a un 50% de posibilidades de fallecer a causa de la enfermedad. Una vez contagiada una persona, el virus de la viruela se reproduce infectando célula a célula durante un periodo de incubación de unas dos semanas. Después las células infectadas revientan liberando millones de virus, dando lugar a fiebres, nauseas y dolores. Posteriormente, comienzan a aparecer unas aparatosas erupciones en la piel, siendo esta la fase más crítica de la enfermedad. Los que lograban sobrevivir, lo hacían con cicatrices que les acompañarían de por vida, o con ceguera.

Esta durísima enfermedad no tenía tratamiento, pero una vez pasada el cuerpo se hacía inmune. Así comenzó la costumbre en Asia de contagiarse a propósito (en la fase en la que la enfermedad comienza a remitir y el virus es débil), con el fin de inmunizarse. En el siglo XIX, se popularizó una vacuna, que consistía en inyectar una variante leve del virus. A pesar de todos estos avances, la viruela seguía cobrándose víctimas mortales.
Viktor Zhdanov, Viceministro de salud de la URSS y excelente científico, tuvo uno de esos propósitos "imposibles" pero necesarios: erradicar la viruela de faz de la tierra. Zhdanov nació en la región minera de Donetsk en 1914. En 1936 se graduó en el Instituto Médico de Jarkov y en 1941 en la Universidad de Leningrado. Durante la invasión nazi, ejerció como médico en el Ejército. En 1946 publicaría su tesis doctoral sobre la hepatitis A, siendo después fue jefe del Laboratorio Ivanovsky.

En 1958 presentó ante la Asamblea de la OMS en Minneapolis, un exhaustivo plan para erradicar la viruela. El plan no tenía precedentes y era un locura propia de un soñador quijotesco. Durante más de una hora expuso su plan, en el que se planificaba detalladamente como acabar con la viruela en cinco años. El plan consistía en una vacunación masiva a escala internacional de carácter obligatorio para todos los países, sí se mantuviera un sólo brote, la enfermedad no podría pasar a los libros de historia. El coste del plan correría a cuenta de los países ricos.
Además del plan, la URSS puso de antemano recursos materiales como un millar de médicos preparados y 25 millones de vacunas fabricadas para comenzar a actuar (Cuba puso otros dos millones de dosis). A pesar de la locura del plan, hubo miembros de la OMS que votaron a favor del plan, sólo por no dejar que la URSS en solitario se enfrentara a tal reto. La Asamblea de la OMS aprobó el plan soviético por sólo dos votos de diferencia.

El plan comenzó a implementarse en 1959, y aunque en el camino fueron surgiendo dificultades que alargaron la erradicación del virus. En 1977 se produjo en Somalia el último caso de viruela contraída de forma natural, aunque en 1978 se produce un contagio en un laboratorio en Gran Bretaña. La persona que se contagió, murió sin transmitir la enfermedad y es la última muerte por viruela. En 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró formalmente la extinción de la enfermedad. Había sido uno de los mayores logros de la humanidad y de la ciencia, apenas reconocido al principal causante de esta gran hazaña: La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.